dc.description.abstract | Se analiza el pensamiento del Dr. Manuel Vicente Villarán y otros doctores sobre la
condición del indio y el problema de enorme importancia nacional relacionado con la
capacitación moral, intelectual y económica del elemento aborigen. Asegura que pocos
como el Dr. Villarán comprendían la raza autóctona, por haberle dedicado largas y
profundas horas de estudio.
Señala que el indio no es el ser degenerado por el alcohol y la coca, ni carece de
fuerzas conscientes para surgir en forma libre, como sostiene el Dr. Alejandro
Deustua. En él hay reservas psíquicas que, bien orientadas, pueden convertirse en
exponente de actividades provechosas y de iniciativas productivas. Su pasado y su
presente manifiestan sin duda, este poder moral y dinámica interior. El Dr. José
Antonio Encinas Franco hizo una apología del indio, aportando datos estadísticos y
observaciones irrefutables. Como hijo de Puno, el Dr. Encinas vivió la realidad de esta
raza, captó sus inquietudes y sus esperanzas, por eso dijo: “nadie ha podido
empequeñecer el vigor físico y mental de la raza, ni el medio social hostil que lo rodea,
ni la indiferencia con que se mira sus valiosas iniciativas, ni la punible desconfianza o
quizá odiosidad con que se le trata, han logrado poner de lado la acción colectiva, en
medio de la cual el indio sigue marcando jalones evidentes de progreso”.
Asimismo, el autor indica que la educación del indio consiste exclusivamente en su
alfabetización y esta orientación pedagógica unilateral ha derivado en enormes daños
al país porque la escritura, la lectura y el número son apenas puntos del todo, uno de
los lados del polígono educacional. La escuela debe actuar siguiendo el ritmo profundo
de la raza, interpretando sus inquietudes y colmando sus esperanzas, sólo así su
acción sociológica será eficiente. El indio precisa de una escuela rural estructurada,
siguiendo las características del medio, tomando en consideración las regiones en que
se divide el país, porque el indio de la sierra no es igual al de las punas, ni es igual al
de la selva o al de la costa. Existen indígenas que se dedican exclusivamente a la
agricultura, otros a productos agropecuarios, otros a trabajos textiles, artísticos o
mineros. Una escuela uniforme sería un contrasentido y un absurdo fisiológico.
Concluye que no basta dar al indígena la base efectiva de ser propietario de su tierra,
elevar su condición económica y luego suministrarle enseñanza y cultura, sino que es
necesario ofrecerle condiciones adecuadas para la utilización y desplazamiento de su
esfuerzo productivo con medios de comunicación que permitan a la población nativa
hallar mercados para sus productos y demandas para sus servicios. Por ello, el
gobierno apoyó la necesidad de una Carretera Interamericana que se acordó en las
Conferencias de La Habana y puso su esfuerzo en la construcción de carreteras en
todo el país, caminos de penetración a la sierra y la montaña que vinculan el sector
aborigen con la costa. Además, el Banco Agrícola, con sus préstamos a largo plazo
aportaba colaboración económica y garantías a los indígenas.
El autor afirma que si se coloca al indígena en medio de una red de comunicaciones y
se le estimula, recobrará el sentido de su vida y la fuerza histórica de su raza, y que es
preciso estar de acuerdo con Valcárcel en que el indio es el único trabajador en el
Perú que, desde hace más de 10,000 años, levantó con sus manos fortalezas,
templos, poblaciones, caminos, canalización de ríos, galerías subterráneas, urbes
coloniales, conventos, puentes, ferrocarriles, obras portuarias, fábricas y minas. Si se
le da tierras de cultivo, cultura y guía adecuada se hará de él un elemento consciente,
entusiasta y útil. | es_PE |