dc.description.abstract | Publica la tercera parte y conclusión de la Encíclica expedida por S.S. Pío XI el 15 de
mayo de 1931, como complemento de la Encíclica Rerum Novarum. En esta parte
expone sobre los grandes cambios en la organización económica, en el capitalismo y
en el socialismo que habían sucedido desde los tiempos de León XIII.
El régimen económico capitalista se extendió muchísimo por todas partes, después de
publicada la Encíclica de León XIII, a medida que se extendía por todo el mundo el
industrialismo. Tanto, que aun la economía y la condición social de los que se hallan
fuera de su esfera de acción, están invadidas y perpetradas de él, y sienten y en
alguna manera participan de sus ventajas o defectos. A la libre competencia sucedió la
dictadura económica, no solamente se acumulaban riquezas, sino que se crearon
enormes poderes y una prepotencia económica despótica en manos de muy pocos.
Como consecuencias funestas, al deseo del lucro ha sucedido la ambición
desenfrenada de poder y toda la economía se ha hecho extremadamente dura, cruel e
implacable.
Por lo que toca a las naciones en sus relaciones mutuas, existían dos corrientes que
emanaban de la misma fuente, por un lado el nacionalismo o también el imperialismo
económico, por el otro Iado el no menos funesto y detestable internacionalismo del
capital o sea el imperialismo internacional, para el cual la patria está donde se está
bien.
Los remedios que se plantearon fueron que la libre concurrencia contenida dentro de
límites razonables y justos, y sobre todo el poder económico estuvieran sometidos
efectivamente a la autoridad pública, en todo aquello que le está peculiarmente
encomendado y que las instituciones de los pueblos deberían acomodar la sociedad
entera a las exigencias del bien común, es decir, a las reglas de la justicia para que la
actividad económica, función importantísima de la vida social, se encuadre asimismo
dentro de un orden de vida sano y bien .equilibrado.
El socialismo se dividió principalmente en dos partes, las más veces contrarias entre sí
y llenas de odio mutuo, sin que ninguna de las dos reniegue del fundamento propio del
socialismo y contrario a la fe cristiana: la rama más violenta o el comunismo y la rama
más moderada, que conservaba el nombre de socialismo, ésta se a parta algo de la
lucha de clases y de la abolición de la propiedad.
La Encíclica afirma que el católico y socialista se contradicen, que el concepto de la
sociedad que le es característico y sobre el cual descansa, es irreconciliable con el
verdadero cristianismo.
Aconseja la reforma de las costumbres, que a la restauración social tan deseada debe
preceder la renovación profunda del espíritu cristiano, del cual se han apartado
desgraciadamente tantos hombres dedicados a la economía. Las causas de este mal,
la raíz y al mismo tiempo la fuente del alejamiento de la ley cristiana en las cosas
sociales y económicas y de la consiguiente apostasía de la fe católica de muchos
obreros son las pasiones desordenadas del alma, de ahí esa sed insaciable de
riquezas y bienes temporales que en todos los tiempos ha empujado a los hombres a
infringir las leyes de Dios y conculcar los derechos del prójimo.
Finaliza aconsejando como remedios la cristianización de la vida económica y el oficio
de la caridad, así como la unión y cooperación de los católicos, quienes quieren
combatir bajo la dirección de los pastores de la Iglesia. | es_PE |