Bases económicas de nuestro porvenir racial
Date
1939-11Author(s)
Larrañaga, Pedro J. M.
Caja Nacional de Seguro Social
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Reproduce la conferencia del autor, presentada en la Sociedad "Entre Nous", sobre la raza blanca que podría migrar y poner las bases económicas de un porvenir desarrollado en Sudamérica, y particularmente en el Perú.
El autor afirmó que no venía a dar una conferencia, sino a promover una discusión y exponer un punto de vista; a iniciar una charla con una síntesis comprimida, que esperaba que se siga discutiendo en los hogares, en las oficinas y en los clubes. Porque el asunto era de gravísima actualidad y consideraba deber de todos ponderarlo y cooperar a su solución constructiva.
El autor menciona un estudio de 1937 realizado por una Comisión nombrada por el Royal Institute of International Affairs, titulado Las Repúblicas de Sudamérica, que estudió los aspectos geográficos, históricos, económicos y culturales de todas y cada una de las diez repúblicas. Este estudio declaró que “en tiempos pasados, la inmigración más importante a Sudamérica, aunque no la más numerosa, consistió en gentes con la técnica y el capital necesarios para organizar empresas industriales y comerciales al estilo europeo. Esta clase de inmigrante se vería probablemente limitado en el futuro por restricciones inspiradas por el nuevo nacionalismo, así como por la necesidad de adaptarse a una vida agrícola al nivel de mera subsistencia, y por lo tanto disminuirá su influencia. Empero, todas aquellas influencias que obstaculizan cada vez más la inmigración europea harán más fácil, la inmigración asiática, aun cuando los sudamericanos no favorezcan la raza amarilla. Por consiguiente, es de dudar el que sigan manteniéndose las restricciones artificiales y, en el caso de que éstas se mantengan, el que pueda evitarse un conflicto internacional".
Por tanto, el autor señala que, al paso que llevaba, la América del Sur tenía una tendencia a convertirse en comarca asiática. Para evitarlo debía cambiarse totalmente el rumbo económico, realizando un esfuerzo para instalar la industria básica, pues sólo en la industria moderna se podía proveer ocupación que atrajera a la inmigración europea. En su defecto, la tendencia de la economía seguiría atrayendo a la inmigración asiática, la cual podía penetrar a despecho de toda reglamentación.
Indica que un país democrático americano tiene en un momento dado que hacer esta decisión, a saber: de qué color quiere ser, qué sesgo desea para su población, ¿uno europeo, uno asiático o uno africano? Y la respuesta no la puede dar ni el Ministerio de Gobierno, ni el de Relaciones Exteriores, sino que depende del Ministerio de Fomento. Si acaso quiere ser blanco, tiene que proveer ocupación y perspectivas para los tipos de la raza blanca que deseen emigrar; es decir, tiene que industrializarse en aquellas zonas cuyo clima templado sea favorable a la raza inmigrante y cuyo terreno posea riquezas básicas para la industria, como la Costa del Perú que es una de las zonas privilegiadas del universo. Reúne un océano apacible, con un clima templado, libre de violencia y con una brisa constante; ríos que controlados darían abundante e inagotable energía eléctrica, puertos naturales. Pero lo más decisivo es la abundante riqueza mineral en hierro, carbón, caliza, azufre, sal y en suma todos los elementos necesarios para las grandes industrias químicas y siderúrgicas, que son a su vez madres de una serie infinita de industrias acabadas.
Concluye diciendo que el Perú dejó pasar el tiempo y se hallaba en penoso retraso, y se pregunta: ¿Hasta cuándo seguiríamos dominados por el espíritu de cosecha, olvidando el espíritu de siembra que es que debe corresponder a un país en formación?
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