Higiene de las piscinas públicas
Abstract
Se proporcionan recomendaciones técnicas para la higiene de las piscinas públicas, ya que se considera que esas piscinas deben tener dos condiciones esenciales: responder a todas las exigencias de higiene y ser accesibles por un precio módico, por lo que es necesario encontrar procedimientos muy simples y eficaces para depurar las aguas.
Explica el autor que desde 25 años antes se usaba la cloración, después de la filtración del agua, que se hacía circular, lo que desinfectaba perfectamente la piscina, cuando las dosis de cloro eran suficientes. La dificultad consistía en determinar la dosis justa para matar los gérmenes nocivos. Para eso, se debía conocer el poder de combinación del agua filtrada, y no exceder la cantidad combinada, sino lo justo necesario para impedir el desarrollo de los gérmenes, o para matarlos.
Se consideraba útil un escape muy liviano de cloro en la atmósfera del establecimiento, porque el cloro descompone fácilmente el hidrógeno sulfurado, causa de los malos olores. Pero, si la cantidad exhalada era demasiado fuerte, como era difícil establecer una ventilación enérgica, algunas personas podían sentirse incomodadas, como los que sufrían de catarro de las vías respiratorias superiores y los asmáticos. Por otra parte, al sumergirse, las personas podían irritarse las conjuntivas por un exceso de cloro disuelto.
Para utilizar un mínimo de cloro, y obtener el máximo de poder bactericida, el medio más sencillo era añadir amoníaco al agua clorada. También se podía emplear el carbonato de cal (tiza, mármol), que neutraliza el ácido clorhídrico formado en la reacción del cloro sobre el agua, y sólo deja subsistir el ácido hipocloroso, poco oloroso. El mejor procedimiento consistía en hacer correr la solución de cloro sobre mármol, dispuesto en una columna; existían aparatos muy prácticos; se debía renovar el mármol todos los días y si el agua era rica en compuestos de fierro, eliminar el carbonato o el óxido de fierro depositados. Otro procedimiento era la filtración sobre un carbón activo granulado.
También se ha sometido el agua de las piscinas, sobre todo cuando es turbia, a una precipitación por el sulfato de aluminio y el carbonato de soda antes de pasar por el filtro. La añadidura, en el agua de la piscina, de sulfato de cobre, impide el desarrollo de las algas. En la concurrencia del cobre, se podía reducir a una tercera o quinta parte la dosis de cloro. La añadidura de plata permitía disminuir la dosis de cloro en las mismas proporciones.
Empleando las dosis de cloro así reducidas al mínimo, no era necesario destruir el exceso de cloro mediante reductores (hiposulfito de soda, ácido sulfúrico), que lo trasforman en ácido clorhídrico. Se podía controlar la presencia del exceso de cloro, mediante reacciones químicas, bencidina, ortolidina, yodo y engrudos de almidón. Un nuevo producto denominado "Petunia" producía una precipitación al mismo tiempo que una disminución de la dureza del agua, después de la filtración, al cloro, al cloro gaseoso, o al ácido hipocloroso.
Finalmente, el autor cree que el agua de una piscina debía ser casi tan pura como el agua de bebida, los criterios bacteriológicos serían la ausencia de colibacilo en 10 a 100 cc. (es decir menos de 100 a 10 por litro) y una cantidad de gérmenes de 100 por cc. sobre placas de gelatina, y que se puede obtener este resultado con el exceso muy liviano de cloro recomendado. Para los baños de lagos o de ribera, considera suficiente que el colibacilo no pueda ser descubierto en menos de 0.01 cc.
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- 1938 [119]